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Los derechos de autor en la era de la inteligencia artificial: ¿un mundo sin artistas?

La irrupción de los últimos avances en materia de inteligencia artificial ha planteado una serie de dilemas éticos y legales más allá de la simple recopilación de datos personales. El futuro nunca ha sido más impredecible

Antonio Bret

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Hay dos verdades indiscutibles en la actualidad: la inteligencia artificial está cambiando el mundo tal y como lo conocemos y que cualquier tecnología conlleva riesgos que hay que estudiar, tratar y, en última instancia y si es necesario, legislar. En 1984, mucho antes de “Titanic” y “Avatar”, James Cameron imaginaba una inteligencia artificial con el rostro y el musculado cuerpo de Arnold Schwarzenegger viajando al pasado para matar a la madre que engendraría al hijo que acabaría con Skynet, la malévola organización creadora de estas máquinas pensantes. Casi 40 años después del estreno de este clásico de la ciencia ficción, nos hemos dado cuenta de que los riesgos de la IA son mucho más prosaicos.

Entre los dilemas y riesgos que puede presentar el desarrollo progresivo de la inteligencia artificial, dos sobresalen del resto: los derechos de autor y la privacidad de los datos personales. En cuanto al primer conflicto, sucede lo siguiente: el origen de las imágenes aparentemente inéditas utilizadas por Dall-E, Stable Diffusion o Midjourney ha puesto sobre la mesa una cuestión que atañe a artistas digitales. Se ha descubierto, por ejemplo, que Dall-E hace uso de imágenes con copyright para crear las imágenes y sus creadores no reciben rédito alguno. En cuanto al segundo, la IA recopila datos personales para fines comerciales. Por ejemplo, se registran las preferencias personales en productos de consumo, ya sean películas, canciones o destinos de viaje.

En este artículo vamos a explorar estos dos temas y cómo la IA está generando desafíos inéditos hasta ahora.

Generación de contenido automático frente a la mano humana

Primero, ¿cómo logra crear el software de IA una imagen a partir de meras descripciones de estilo, técnica y forma? Tomemos como ejemplo una de las más conocidas, DALL-E.

Creada por la empresa OpenAI, los mismos de Chat GPT, Dall-E es una inteligencia artificial basada en GPT-3, un modelo de lenguaje entrenado para ‘entender’ lo que le pidas. Además, también ha sido entrenada con millones de imágenes (pueden ser fotografías, ilustraciones, obras de arte, etc.) con significado. Es decir, si se le muestran cien imágenes de una silla, Dall-E sabrá lo que tiene que hacer si le pides que dibuje una silla.

Ahora bien, ¿de dónde se sacan esos millones de imágenes para entrenar a Dall-E? Una exhaustiva búsqueda en internet no arroja demasiada luz sobre esta duda, limitándose a ‘imágenes de internet’. Para esta ocasión, le preguntamos directamente a ChatGPT. ¿Qué nos dice?

Las imágenes utilizadas para entrenar a DALL-E, un modelo de inteligencia artificial desarrollado por OpenAI, se generan utilizando un conjunto de datos específico. En el caso de DALL-E, se utilizaron imágenes de dominio público y con licencia Creative Commons como base para su entrenamiento. Estas imágenes provienen de diversas fuentes en línea, como sitios web de imágenes de stock, repositorios de datos abiertos y colecciones de arte digital.”

Según ChatGPT, la generación de imágenes a partir de texto, principal cometido de DALL-E, no estaría infringiendo los derechos de autor, ya que ha sido entrenada con imágenes de dominio público y con licencia CC. No obstante, una imagen generada a partir de otras muchas con licencia CC se debería publicar, a su vez, bajo ese mismo tipo de licencia.

Otras herramientas de inteligencia artificial generativa similares a Dall-E ya han sido hasta denunciadas por infringir derechos de autor. Es el caso de Stable Diffusion que en febrero fue demandada por Getty Images, un repositorio muy popular de imágenes de stock. La empresa Stability IA, al parecer, habría entrenado a su máquina con más de 12 millones de imágenes protegidas con derechos de autor. 

También ha sido el caso de Midjourney: tanto esta como Stable Diffusion, en el mes de enero del presente año, fueron demandadas por tres diseñadores al descubrir que sus imágenes habían sido usadas para entrenar a estas dos IA “sin el consentimiento de los artistas originales”. Aseguran que estas herramientas recogen los diseños de los artistas y realizan collages para crear nuevas imágenes.

La cuestión es bastante peliaguda. La Organización Mundial de Propiedad Intelectual asegura que solo una persona puede ser el creador de una obra. Y, de momento, las IA no son consideradas personas. Ni, por lo tanto, autoras de las imágenes. Asimismo, el problema de la generación de imágenes por parte de la IA podría ampararse en el derecho a la inspiración. Las IA no plagian, se ‘inspiran’ en imágenes de otros para crear las suyas propias.

Esto es solo el principio y la solución parece tener un final bastante lejano. La comunidad artística, los desarrolladores de IA y los legisladores deberán trabajar en equipo para enfrentar este tipo de desafío y encontrar soluciones adecuadas.

La recopilación y análisis de datos personales por parte de la IA

Buscadores de internet, plataformas de streaming como Netflix, gigantes del comercio electrónico como Amazon, todos ellos se nutren de nuestros datos personales para alimentar su correspondiente software de inteligencia electrónica. 

Por ejemplo, imagina que entras en una tienda virtual para comprar ropa. La IA de la web recopila información sobre tus preferencias de moda al elegir un modelo u otro, analizar el historial de compras que tuvieras y todas las interacciones anteriores. La IA analiza estos datos y te sugiere anuncios o productos que puedan convencerte para hacer clic. Si eres un amante del running, ten por seguro que te recomendará zapatillas antes que un traje de gala. Igual, por ejemplo, pasa en Netflix: si das un ‘Me gusta’ a una película de terror y un ‘No me gusta’ a un drama de época, la plataforma sabrá qué recomendarte para que no te vayas de la plataforma.

Sin duda, estos ejemplos que hemos señalado son aparentemente inocuos y no presentan peligro alguno. Sin embargo, ¿qué pasa cuando la IA recopila millones de datos personales para influir en unas elecciones? Esto es lo que ocurrió con la compañía Cambridge Analytica, que usó datos personales de usuarios de Facebook de manera no autorizada a partir de inocentes tests de personalidad y otro tipo de encuestas. La empresa utilizó los datos para segmentar a la población e influir en diferentes campañas políticas, como las presidenciales de 2016 en los EE.UU.

A esto hay que sumarle el bloqueo temporal de ChatGPT en Italia por hacer un uso indebido de los datos recopilados a los usuarios. La autoridad de protección de datos italiana destaca “la falta de información por parte de ChatGPT a los usuarios de cómo aquellos recopilan sus datos” y denuncia “la ausencia de base jurídica que justifique la recogida y almacenamiento masivos de datos personales para el entrenamiento de los algoritmos que gestionan el funcionamiento de la plataforma”.

Una iniciativa que aporte soluciones globales

Es necesario remarcar los límites de acción de la inteligencia artificial. Bajo esta idea se han puesto sobre la mesa diferentes iniciativas entre las que destaca la formulada por José María Álvarez-Pallete, CeO de Telefónica: la creación de una Agencia Internacional de Inteligencia Artificial que regule el uso de la misma y se acuerden límites.

Pallete ha asegurado durante una entrevista ofrecida al editor general de “The Wall Street Journal”, Gerard Baker, que se trataría de un ‘foro global de cooperación científica y técnica’ que sentaría las bases de ‘este nuevo mundo’. Puso de ejemplo que, en su momento, se creó en relación con la energía atómica. Pallete asegura que por primera vez en la historia el ser humano ha creado algo con la capacidad de ‘pensar’.

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